Ayer, por vez primera, besé tus dulces labios, y no volteaste el rostro ni hiciste muecas de aversión; aspiré tu aroma, lentamente,
acariciando tu cabello, y no dijiste: “¡Quieto, hazte a un lado y vete lejos!”
Ayer, por fin yo pude contemplarme en tus pupilas, que, aunque dilatadas, no esquivaron mi mirada; me acosté junto a tu cuerpo,
que gélido e inerte, no me hizo a un lado, lanzándome al vacío.
Ayer fue tu cadáver, triste e inadvertido, el que abrazó mi cuerpo,
en este paraíso.
acariciando tu cabello, y no dijiste: “¡Quieto, hazte a un lado y vete lejos!”
Ayer, por fin yo pude contemplarme en tus pupilas, que, aunque dilatadas, no esquivaron mi mirada; me acosté junto a tu cuerpo,
que gélido e inerte, no me hizo a un lado, lanzándome al vacío.
Ayer fue tu cadáver, triste e inadvertido, el que abrazó mi cuerpo,
en este paraíso.
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