octubre 31, 2009

Un combo 7 por favor



No es la primera vez que te encuentras en esta situación y aunque estas harta, debes aguantarte y completar el trabajo, para alcanzar la cuota diaria y luego irte a tu casa. Por tu cuerpo han pasado hombres de todo tipo, sabores y tamaños. Unos más guapos y otros más grotescos. Ya no almacenas imágenes porque todos son iguales. La cita del día era en un bar olvidado, al fondo de un callejón poco transitado. Algunos lo prefieren así. Observas cómo ingresa tu próximo amo y señor. Su cuerpo rebosa de grasa. Tanta que hasta crees ver cómo tiembla su estómago conforme se acerca hacia ti. Es similar a una gelatina fresca, pero en este caso deberás simular interés por ese vientre gelatinoso. El sudor del día laboral se mezcla con su olor natural a macho papacito de antier. Sin intercambiar palabra alguna se dirigen hacia el baño del bar. Tu oficina. La iluminación es tenue y lo agradeces porque el desempeñarte sobre orina y al lado de dos toallas sanitarias no es algo que te guste hacer todos los días. Una playera negra con el logo de ACDC aprisiona su pecho abultado y con estrías. Pero ni modo. Has aprendido muy bien a disimular interés y despojarte de tu vestido para mostrarle tu sexo. Preferirías prescindir del olfato pero no hay mundos perfectos. A él parece gustarle ese cuartito diminuto y mamacita empecemos pero ya. Le gusta tener el control. Luego de recorrerte con su lengua te pide que hagas lo mismo. Se desabrocha el pantalón y cierras los ojos para hacer el momento más llevadero. Arriba y abajo. Cada vez más rápido. Te toma con fuerza del cabello para indicarte el ritmo exacto. Tras varios minutos, se detiene para llevar tu rostro más abajo. Hasta el suelo. Debes lamerlo y saborear ese líquido amarillo que brilla al lado del inodoro. Lo haces rápidamente para luego regresar al sexo oral. Esos sabores se mezclan con las primeras gotas que comienza a expulsar. Salado y amargo. Te repugna sentir cómo se desliza entre tus labios. Con tu lengua aceleras el proceso para pasar al siguiente cliente. Tu lengua está adiestrada y es capaz de volver loco a cualquiera. Lo logras. Evitas saborear tu victoria al escupir lo más rápido posible el semen. Y es que no soportas guardarlo tanto tiempo en tu boca y mucho menos el tragarlo. Que ese líquido viscoso recorra tu garganta y se funda con tu saliva es algo a lo que NUNCA has podido acostumbrarte. Esperas a que termine de vestirse y extiendes tu mano para recibir unos cuántos dólares, los cuales agradeces con un beso en su mejilla.

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