diciembre 27, 2009

La niña del grupo


Levantó su brazo derecho y agitó suavemente su mano para indicar al autobús que se detuviera, cuando éste lo hizo ella subió rápidamente porque de lo contrario el conductor emprendería la marcha sin importarle que ella estuviera dentro de la unidad.
Siempre, desde pequeña, había odiado cualquier tipo de conglomeración de personas tanto dentro de los buses como fuera de estos, por eso acomodaba su horario intentando no encontrarse en esa situación. A pesar de planificar todo, la mayoría de veces no encontraba lugar y debía de llegar a casa parada sosteniéndose del tubo colocado en el techo del bus.
Esta vez, cuando entró vio con sorpresa dos lugares vacíos, era extraño, siempre estaban completos pero en esta ocasión parecía como si estos estuvieran reservados especialmente para ella, parecía ser un día especial, aunque no sabía porque, lo era. Decidió sentarse en el lugar que daba al corredor, nunca en su vida había ocupado los lugares cercanos en la ventana porque sus padres y abuelos siempre la había sobreprotegido, aunque hoy sentía cierta curiosidad por hacerlo, no había alguien para detenerla, pero desistió con temor rápidamente porque sintió como si ellos estuvieran evaluándola.
Todo trascurría de forma monótona, como cualquier otro día. Los pasajeros estaban callados, enfrascados en sus pensamientos, ausentes del presente y de los demás. Hasta que, de una forma insólita para romper todo lo lineal del transcurso, el bus se detuvo con el fin de recoger a un nuevo pasajero: un hombre pequeño, de edad avanzada, piel pálida y pelo cano.
El anciano caminó dentro de la camioneta dirigiéndose hacia el asiento vacío, se paró frente a ella y con la vista le dio dos opciones: dejar el camino libre para el asiento vacío o moverse hacia éste. En ese momento ella empezó a sentir nuevamente la ansiedad de comprobar qué sucedería si se movía al asiento prohibido durante años y en cuestión de segundos decidió pasarse ese espacio y se encontró en el lugar que daba a la ventana. El anciano sonrió hipócritamente agradeciendo, sentándose callado y luego concentrarse, como los demás pasajeros, en sus pensamientos.
No existía problema alguno, al contrario, era satisfactorio y cómodo el lugar, el sol atravesaba el vidrio de la ventana pegándole finalmente en casi todo el cuerpo, era una sensación hermosa y excitante a la vez, no podía creer que le negaran esto tanto tiempo.
Pasó poco tiempo para que ella se empezara a sentir incomoda en el asiento, el calor aumentó, transformando la alegría y excitación en una desesperación permanente. Repentinamente observó el reloj para encontrar alivio en el tiempo, pero fue todo lo contrario, hacía falta mucho para llegar a casa y también notó una serie de manchas rojizas en el brazo. Esto la sorprendió un poco, pero fueron olvidadas rápidamente por la sensación de incomodidad del puesto que había escogido.
Los segundos se hicieron eternos, el asiento había pasado de incómodo a ser desagradable, especialmente porque las manchas se hicieron más grandes, cubrían ahora casi toda la piel y sentía un escozor desesperante, se rascó pero en lugar de aliviarse aumentó la terrible sensación. Odiaba su decisión, a sus protectores muertos, a los pasajeros, al puto chofer, a todos. Fue en ese instante que su piel empezó a rajarse completamente, sentía como se rompía la piel dejando expuesto el músculo, deseaba moverse pero le era imposible hacerlo.
Cuando su problema era ya evidente el anciano giró la cabeza hacia ella y contemplo con horror aquella transformación tan sorpresiva en la piel, se paró rápidamente señalándola e inició a gritar a toda voz:
―¡Es una de Ellos, es una de Ellos!

En ese momento no pudo tolerar más su increíble metamorfosis e intentó mover su brazo para gritar al mismo tiempo que el anciano, pero sólo pudo ver con pavor cómo sus brazos y piernas en el intento se desmoronaban como polvo, seguido de su abdomen, pecho y finalmente su rostro.
El anciano, pálido, continuó gritando desesperadamente y señalando un asiento vacío, en donde sólo quedó un conjunto de ropa de mujer joven y una gran cantidad de polvo.

1 comentario:

  1. Si los padres le decían que no podía, no podía. Pendeja rebelde (?) Está bueno, me gustó :)

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